Lo ideal es acercarles cuentos, juguetes, experiencias para que los usen y puedan encontrar opciones para apropiarse de eso mientras van discriminando aquello que no les agrada o resuena. La propuesta está en ofrecer materiales y momentos que estén disponibles para que los puedan redescubrir cuando lo requieran y no solo cuando los necesiten como instrumento frente al aburrimiento.
Se requiere para ello de establecer una base suficientemente segura para poder hacer una sana apuesta al aprendizaje.
La conexión con sus adultos referentes encuentra también efectos en el aprendizaje.
La motivación para aprender a leer, por ejemplo, tendría que partir del disfrute, no de la obligación.
Apostando a encontrar su aspecto lúdico, conectarse con los aspectos buenos, con la creatividad para jugar con las palabras, los sonidos, las formas en las que otros se incluyen en el texto, poner en juego cómo el niño comparte o acerca a otros lo aprendido, todo ello para lograr crear una experiencia significativa que se aloje en un lugar seguro.
Así, los libros podrán ser una compañía que permitirán que se cree un lector activo y vivo, y nos iremos alejando de los libros como un lugar de terror o que genera sufrimiento.
Aprender es una apuesta, implica aceptar la idea de que algo nos falta y la invitación a querer acercarnos a investigarlo, por lo que, aunque hemos hablado de los aprendizajes iniciales, esta apuesta sana debe continuar por el resto de la vida adulta.