El orden exterior: porque ayuda a construir el orden interior.
La voluntad: la capacidad de esfuerzo, de orientarle hacia lo bueno se educa desde el momento de nacer.
Horario: inculcarle una vida diaria bien regulada, clara y precisa.
Debemos marcarnos unos límites, una estrategia, para conseguir que nuestros niños adquieran los cuatro hábitos básicos: orden, higiene, sueño y comer bien.
Si nos los proponemos ahora que son pequeños, apenas unos bebés, les facilitará convivir en sociedad.
Los niños de 0 a 8 años tienen una potencialidad inmensa para aprender, tanto lo que llamamos conducta o sociabilidad como todos aquellos hechos y conocimientos que llamamos lengua, ciencia o técnica.
Lo primero le prepara para ser un hombre o una mujer que sirve a todos los que están con él o ella; lo segundo le asegura la eficacia, incluso el éxito, de este servicio.
Indudablemente nos hace más felices el primer aspecto: saber convivir.
No se ha encontrado ningún educador que haya cifrado la felicidad en el éxito científico o en el técnico.
¡Qué repelente resulta el niño sabelotodo!
No es capaz de aguantar una broma, de distraer a sus compañeros, de reconocer sus errores y de comprender que los demás no son tan “perfectos” como él.
El afán de hacerles sociables está presente siempre en la acción educativa, hay que recordar un consejo: enseñarles a los niños que existe el prójimo.
Resumiendo, podemos concluir: 1-Saber convivir (educación familiar- hábitos básicos).
2-Ser útil (desarrollo de la inteligencia).
3-Ser feliz (fruto de la libertad).