La autoexigencia surge de la combinación de las presiones externas junto con el miedo hacia lo incontrolable. Las normas que vamos aprendiendo a lo largo de nuestras vidas se pueden traducir, o no, en presiones. La vida es incierta, impermanente, y cambia constantemente. La autoexigencia justamente tiene que ver con el miedo a la incertidumbre, porque una forma de intentar tapar este miedo es asumir metas difíciles de alcanzar, con el fin “falso” o casi imposible de querer controlar la situación. La autoexigencia tiene mucho que ver con una mente sobresaturada y con mucha dificultad para reconocer y expresar nuestra vulnerabilidad que es inherente al ser humano. Esto se siente como una norma rígida de la que uno no puede salirse ni lo más mínimo, “no se puede fallar”, es muy impositiva. Se diferencia de los valores en que estos son flexibles, elegidos libremente y más basados en la compasión. Las normas que vamos aprendiendo a lo largo de nuestras vidas se pueden traducir, o no, en presiones. Todo depende de cómo uno interiorice los mensajes que se le presenten desde las diferentes fuentes externas.