La visualización consiste en experimentar, mediante la imaginación, cualquier situación que pudiera darse en la vida real. Se ha usado tradicionalmente en fobias, como recurso para llevar a cabo una exposición que no fuera viable hacer por no disponer del estímulo fóbico en sí. Debemos diferenciar entre “imaginar” y “visualizar”, pues si bien es necesaria la imaginación para la visualización, no es suficiente. Para que la visualización se realice con todo el éxito posible, tiene que cumplir ciertas condiciones. Antes de nada, debemos diseñar la escena que vamos a experimentar. Empezaremos por estímulos sencillos, como el color del balón, y poco a poco, según vayamos dominando cada una de las escenas, las iremos sofisticando, llegando a diseñar el examen de conducir, una entrevista de trabajo, o los primeros metros de una carrera. En esta sofisticación será recomendable incorporar más estímulos además de imágenes. Los sonidos, los olores, el tacto, el equilibrio o las emociones pueden ayudarnos a otorgar realismo a la escena, y a contribuir a crear esa huella de memoria que se active en el momento de la verdad. La visualización se está empezando a utilizar con personas enfermas de cáncer y, aunque su eficacia en estas lides está aún por demostrarse, no deja de ser indicativo de lo potente de la técnica.