La motivación es un aspecto fundamental en el desarrollo infantil que influye directamente en el rendimiento académico, las relaciones sociales y la autoestima.
Es importante comprender que hasta cierta edad, los niños no tienen una motivación intrínseca completamente desarrollada.
Esto significa que no podemos esperar que la motivación nazca espontáneamente en ellos.
En los primeros años, la motivación de los niños es principalmente extrínseca, es decir, depende de los refuerzos y estímulos que reciben del entorno, como elogios, recompensas y el reconocimiento de sus logros.
Centrarse únicamente en si un niño o niña está o no motivado es un error.
Hay muchas tareas y responsabilidades que deben cumplirse por disciplina, independientemente de la motivación que se sienta en un momento dado.
Es más efectivo trabajar en el desarrollo de la disciplina y la constancia, enseñando a los niños a cumplir con sus responsabilidades aunque no sientan una motivación inmediata para hacerlo.
Establecer metas claras y alcanzables: deben ser realistas y adecuadas a su nivel de desarrollo.
Celebrar los pequeños logros puede incrementar su confianza y disposición.
Crear una rutina diaria estructurada: esto proporciona un sentido de seguridad y previsibilidad.
Incluye tiempos específicos para tareas, juego, y descanso.
Fomentar la autonomía: que tome decisiones y asuma responsabilidades apropiadas para su edad.
Proporcionar retroalimentación positiva: reconoce y elogia los esfuerzos y logros de tu hijo, no solo los resultados.
Incorporar actividades de interés: las actividades que disfrutan pueden ser una puerta de entrada para aumentar su disposición general.