La motivación es un aspecto fundamental en el desarrollo infantil que influye directamente en el rendimiento académico, las relaciones sociales y la autoestima.
Es importante comprender que hasta cierta edad, los niños no tienen una motivación intrínseca completamente desarrollada.
Esto significa que no podemos esperar que la motivación nazca espontáneamente en ellos.
En los primeros años, la motivación de los niños es principalmente extrínseca, es decir, depende de los refuerzos y estímulos que reciben del entorno, como elogios, recompensas y el reconocimiento de sus logros.
Centrarse únicamente en si un niño o niña está o no motivado es un error.
Hay muchas tareas y responsabilidades que deben cumplirse por disciplina, independientemente de la motivación que se sienta en un momento dado.
Es más efectivo trabajar en el desarrollo de la disciplina y la constancia, enseñando a los niños a cumplir con sus responsabilidades aunque no sientan una motivación inmediata para hacerlo.
Establecer metas claras y alcanzables: deben ser realistas y adecuadas a su nivel de desarrollo.
Celebrar los pequeños logros puede incrementar su confianza y disposición.
Crear una rutina diaria estructurada: esto proporciona un sentido de seguridad y previsibilidad.
Incluye tiempos específicos para tareas, juego, y descanso.
Fomentar la autonomía: que tome decisiones y asuma responsabilidades apropiadas para su edad.
Proporcionar retroalimentación positiva: reconoce y elogia los esfuerzos y logros de tu hijo, no solo los resultados.
Incorporar actividades de interés: las actividades que disfrutan pueden ser una puerta de entrada para aumentar su disposición general.
Establecer metas claras y alcanzables: Ejemplo: Si tu hijo/a tiene dificultades para completar sus tareas escolares, establece una meta diaria como «terminar las matemáticas en 30 minutos».
Celebra cuando logre esta meta, mostrando cómo el esfuerzo se traduce en éxito.
Crear una rutina diaria estructurada: Ejemplo: diseña un horario visual que incluya tiempos para el colegio, las tareas domésticas, el juego, y el descanso.
Revisad juntos el horario cada mañana para prepararse para el día.
Fomentar la autonomía: Ejemplo: deja que tu hijo/a elija su ropa para el día o decida qué actividad hacer primero de una lista de tareas.
Involucrarlo en estas decisiones fomenta un sentido de propiedad sobre sus acciones.
Proporcionar retroalimentación positiva: Ejemplo: en lugar de decir «buen trabajo» de manera genérica, di «me gusta cómo te esforzaste en resolver ese problema de matemáticas».
Esto hace que la alabanza sea específica y significativa.
Incorporar actividades de interés: Ejemplo: Si tu hijo/a muestra interés en la música, incorpora lecciones de música en su rutina diaria.
Utiliza esta actividad como una recompensa por completar otras tareas menos deseadas.
Etiquetas negativas: No etiquetes a tu hijo como «perezoso» o «vago».
Estas etiquetas pueden afectar negativamente su autoestima y perpetuar el comportamiento que deseas cambiar.
Di no a las comparaciones: puede generar sentimientos de insuficiencia y desmotivación.
Enfócate en sus propios logros y progreso individual.
Nada de castigos excesivos: en su lugar, utiliza refuerzos positivos y consecuencias naturales.
Evitar la sobrecarga de tareas: asegúrate de que las expectativas sean razonables y alcanzables.
Motivar a un niño o niña con poca iniciativa requiere paciencia, comprensión y estrategias efectivas.
En Divergentes, nuestro enfoque integral combina la evaluación psicológica y psicopedagógica con intervenciones terapéuticas personalizadas para abordar las necesidades específicas de cada niño.
Al trabajar en conjunto con las familias y las escuelas, proporcionamos un apoyo continuo para fomentar el desarrollo emocional, académico y social de los niños.