Siempre están dispuestas a juzgar, tienen una palabra mordaz en la punta de la lengua y suelen mirar por encima del hombro a los demás.
Estas personas no dejan pasar una.
Aprovechan la menor ocasión para criticar lo que decimos o hacemos.
Pero también nos criticarán si callamos o nos quedamos de brazos cruzados porque su objetivo no es ayudarnos a mejorar o corregir un error sino tan solo hacer valer su opinión.
No es una excusa para su comportamiento, pero nos ayudará a entender qué sucede en su mundo interior.
Psicólogos de las universidades de California y Tilburgo sometieron a cientos de personas a una serie de pruebas para evaluar sus rasgos de personalidad y encontraron que quienes eran más críticas y despreciativas también compartían estas características:
Escasa amabilidad.
Envidia y narcisismo.
Estilo de apego ansioso.
Mentalidad fija.
Dependencia social.
Perfeccionismo.
La crítica como escudo
Muchas veces la crítica dice más de quien critica que de quien es criticado.
Las críticas implican juzgar una situación o persona.
Pero en ese proceso no solemos ser observadores imparciales, nuestra subjetividad media.
Por eso, muchas veces las críticas son la expresión de una fragilidad emocional, de un ego que se siente constantemente amenazado y reacciona defendiéndose a través de las críticas.
Como dijera Alphonse de Lamartine, “la crítica es la fuerza del impotente”.
Al restarle valor al otro a través de sus críticas, estas personas se reafirman.
De hecho, muchas de estas personas crecieron en entornos donde eran objeto constante de críticas negativas y destructivas.
Crecieron siendo juzgadas, sintiéndose inadecuadas e insuficientes.
Al crecer, se han blindado detrás del escudo protectivo que les brindan las críticas.
Recordemos que las personas que parecen más fuertes a menudo son las más frágiles porque han tenido que protegerse detrás de una gruesa armadura.
Estas personas también suelen ser muy sensibles, por lo que reaccionan impulsivamente y critican todo lo que les resulta amenazante.
A fin de cuentas, una persona madura y equilibrada, en paz consigo misma y con el mundo, no necesita criticar constantemente a los demás.
Por tanto, la próxima vez que te encuentres con personas criticonas, piensa que en realidad necesitan ayuda para reconciliarse consigo mismas.