El ejercicio físico mejora la función mental, la agilidad, la autonomía, la memoria, la imagen corporal y la sensación de bienestar, por lo que está indicado en cualquier momento y situación de la vida de la persona. Reduce la sensación de estrés y aumenta la sensación de optimismo, euforia y flexibilidad cognitiva. Se segregan endorfinas, unas hormonas que tras hacer ejercicio provocan un gran bienestar. El ejercicio físico ayuda a la autorregulación, de manera que su práctica reduce la intensidad de emociones como la ira, la agresividad, la ansiedad y la depresión. Además disminuye la sensación de fatiga, por lo que la persona se percibe más enérgica, con mayor capacidad de trabajo, y descansa mejor. Todo esto a su vez contribuye a que la persona tenga un mejor concepto de sí misma, es decir, mejora la autoestima. En el caso de los niños la interacción de su cuerpo con el espacio contribuye a numerosos aprendizajes del ser humano, como la orientación espacial, la coordinación viso-motora, etc. Esta construcción se realiza mediante la interiorización, la exploración y la práctica, lo que contribuye a su vez a entrenar la memoria y a consolidar su esquema corporal. En el caso de las personas mayores, el deporte mejora la calidad de vida: previene la osteoporosis, incrementa la fuerza, flexibilidad y resistencia de los músculos y reduce el deterioro de éstos por el paso de los años. Aquellos que lo practican se encuentran más ágiles, con mayor sensación de bienestar, y además, con mayor nivel de autonomía, por tanto, con mayor sensación de juventud.