Para medir el impacto, es fundamental establecer los objetivos para la medición del impacto, ya que el sistema de medición elegido debe estar alineado con la estrategia de la fundación.
Respecto a los agentes involucrados, estos son cualquier actor que realiza actividades para la organización o que se ve afectado por ellas.
Una vez aclarados la visión, misión y valores de la compañía, es recomendable valorar los resultados de las acciones que se llevan a cabo en torno a tres aspectos:
Los cambios producidos en los productos o servicios son los más evidentes a corto plazo porque son bienes y servicios tangibles resultado de la actividad de la fundación.
Los cambios observables en los resultados intermedios son cambios que afectan, tanto a corto como a largo plazo, a la situación social de los grupos que reciben la actividad.
Los cambios en el impacto total son los cambios a largo plazo, si medimos lo que hubiera ocurrido de no haber realizado la actividad.
Para la medición del impacto, ahora vivimos en una transformación digital donde plataformas como Facebook o Twitter, que cuentan con 1.400 y más de 300 millones de usuarios mensuales respectivamente, tienen un uso esencialmente social.
Ahora se puede dar a conocer cualquier acción social en las plataformas sociales y hacer una medición de su impacto, incluso segmentarlo por grupos de población, edad, sexo, localidad, etc.
Medir tan rápidamente estos outcomes favorece la reacción ante acciones que no estén causando el impacto esperado, corrigiendo estas o creando nuevas que impulsen el objetivo perseguido.
Las redes sociales se han convertido en un escaparate de la opinión de los usuarios sobre temas que les preocupan.
Por lo tanto, si tenemos claros los objetivos y las acciones que vamos a llevar a cabo, podemos conseguir una viralización mayor y más rápida a través de estas plataformas y, junto con acciones offline, pintar el escenario completo.
Por tanto, si puedes medir el impacto de tus acciones, aprovéchalo y saca partido de esos datos.