Un club aglutina a personas con gustos e intereses parecidos: fútbol, tenis, lectura, arte, labores… De ahí, surge un lugar de encuentro social garantizado, una vida ociosa determinada, conexiones, conversaciones y vínculos que en la calle, en el trabajo, o en familia no siempre surgen. En definitiva, nace un clan en el que ser socio influye en el estatus y aporta infinidad de ventajas. Y es que una partida de golf puede ser una ocasión ideal para cerrar un contrato; el almuerzo, el momento de cambiar de trabajo; una tarde de cartas, esa oportunidad para hablar de algo importante; una conferencia, el lugar donde conocer a personas que tienen las mismas inquietudes intelectuales. Si te haces socio, podrás acudir a interesantes tertulias y eventos de literatura, ciencia, tecnología o arte, gozar de un trato personalizado en el área de belleza y bienestar, trabajar en uno de sus múltiples despachos de coworking o disfrutar de su cocina. En un club deportivo, como en Cheers, todo el mundo sabe tu nombre, y deberías considerar las instalaciones deportivas, los profesores que imparten clases y las actividades que organizan al elegir uno. Un club puede ser un lugar donde poder trabajar, reunirse, pensar y tomarse algo sin estrés y con un alto nivel intelectual y profesional.