El clima es un concepto complejo que debe incluir en su definición todos los aspectos que influyen en el medio ambiente.
La clasificación climática intenta agruparlos por características comunes tales como patrones de radiación solar entrante, vegetación, tipos de suelo, vientos, temperaturas, masas de aire, etc.
No es una tarea fácil, por lo que se han ideado varios esquemas de clasificación diferentes y, a menudo, se han modificado para reflejar los cambios en los entornos o para obtener una clasificación más precisa.
En general, existen dos enfoques para clasificar el clima: métodos empíricos - se usan solo datos ambientales observados o valores derivados directamente de ellos (temperatura, humedad, precipitación, evaporación, etc.)
métodos genéticos - clasifican el clima teniendo en cuenta todos los factores (masas de aire, circulación, radiación solar, topografía, etc.)
Las clasificaciones genéticas, a diferencia de las empíricas, clasifican el clima en función de sus elementos causales, por lo que no es una descripción, sino una explicación de un tipo particular.
Por un lado, es probable que sea más preciso ya que tiene en cuenta más factores, sin embargo, son mucho más difíciles de usar porque no usan observaciones simples y, por lo tanto, no se usan con tanta frecuencia como las empíricas.
Las clasificaciones genéticas pueden utilizar varios métodos, el más común se basa en: determinantes geográficos del clima - latitud, continentalidad, cinturones de viento, efectos de las montañas;
El problema con estos se deriva del hecho de que no son cuantitativos, sino cualitativos, lo que significa que la clasificación es subjetiva.
La mayoría de los cambios climáticos importantes están relacionados con las interacciones de las masas de aire, que son grandes cuerpos de aire con propiedades físicas relativamente homogéneas.