Lana: De procedencia animal, generalmente de las ovejas, este tejido es el que más abriga de todos. Se lleva usando miles de años por su efectividad y rápida capacidad de hacer entrar en calor a quien lo lleva. Además de ser muy aislante, también es resistente, elástica y absorbe la humedad, resultando muy cómoda. La más conocida, cara y efectiva es la de tipo cachemira. El único inconveniente es que a algunas personas les puede picar en la piel o provocar alergias, por lo que se recomienda que primero pongamos debajo una prenda suave y fina como una camiseta de algodón.
Franela: Aunque originariamente era hecha con lana, hoy en día se combinan más tipos de materiales, pero el resultado es una tela gustosa, ligera, muy calentita y con cierto grosor. Podemos encontrarla tanto en prendas como camisas, camisetas o pijamas como en sábanas y mantas.
Piel: El pelaje y la piel, que en este caso es de procedencia animal, también ha sido una de las mejores opciones para calentarse cuando hace frío desde los comienzos de la humanidad. Debido a que se fabrica con animales, cada vez es menos común y, con los avances de la industria, hoy en día existen pieles veganas y sintéticas que también son muy buena opción por su efecto aislante, impermeable y cálido.
Pana: De tacto rugoso, suave y acanalado, aunque esté hecha de algondón, la pana también es una de las opciones más clásicas contra el frío. Aunque su estética ha sido cuestionada según la época y el estilo de moda que esté en tendencia, suele ser un buen fondo de armario, sobre todo si se usa en los pantalones o sobrecamisas.
Poliester, sintéticos y algodón: estos tipos de tejidos son, dentro los más comunes, los menos recomendables para utilizar en otoño e invierno. Aíslan poco, o retienen el calor y no dejan transpirar la piel, como puede ser el caso de los conocidos como polares. En el caso del algodón, puede ser bueno para poner debajo de prendas que abrigan mucho más