Con los teléfonos móviles se da un hecho muy común con respecto a los cargadores, y es que, aunque ya esté cargado el dispositivo, la fuente de alimentación se queda muchas veces enchufada a la corriente. Se puede pensar que si no está adherido al smartphone este no consume electricidad, pero no es correcto. La Unión Europea maneja ciertos datos en este sentido, apuntando a que en el modo de espera, el consumo de energía de los dispositivos puede ser de unos 0,3 vatios. Un cargador puesto en la toma de corriente durante varias horas al día sin estar enchufado al dispositivo electrónico puede llegar a consumir hasta 2,5 kilovatios hora de electricidad al año, unas cifras que no parecen demasiado elevadas, pero es un gasto extra que suma a la factura de la luz y que puede evitarse muy fácilmente simplemente quitándolo. Al estar en funcionamiento constante, estas fuentes de alimentación se empiezan a sobrecalentar, con lo que esto puede suponer, sobre todo si están algo defectuosas, pudiendo provocar chispazos e incendios. Así, las consecuencias pueden ser bastante grandes, pero también fácilmente solucionables enchufándolos en una regleta que tenga interruptor, pudiéndolo apagar una vez que terminemos de usarlo sin necesidad de sacarlo del enchufe.