La estrategia, en la práctica, necesita incluir y balancear una dimensión deliberada, que es intencional y enfocada, y otra emergente, que es flexible y adaptable.
Definir la estrategia en las empresas es sinónimo de hacer escogencias respecto a qué queremos lograr y cómo vamos a conseguirlo.
Estas elecciones tienen implícita una lectura particular del entorno, el futuro y la organización misma por parte de los arquitectos de la estrategia, quienes la elaboran desde su experiencia y a partir de información, por lo general, incompleta.
La primera, hace referencia a la estrategia que intencionalmente busca ejecutar la compañía, definida formalmente y enfocada en escogencias particulares que resultan de la lectura inicial de los arquitectos.
Henry Mitzberg, un reconocido académico y escritor, considera que, dado que la estrategia es dinámica, todo proceso estratégico debe incluir las dos dimensiones: deliberada y emergente.
Aunque pareciera paradójico, gestionar la tensión entre las dos dimensiones requiere mucha disciplina.
De una parte, para definir la estrategia deliberada y ejecutarla.
De otra, para observar con curiosidad, y de forma permanente, la dinámica interna de la empresa y de su entorno, y acoger oportunamente a la estrategia emergente.