Los rituales… trasforman el «estar en el mundo» en un estar en casa. Hacen del mundo un lugar más fiable. Son en el tiempo lo que una vivienda es en el espacio. Hacen habitable el tiempo.
Los encuentros familiares festivos y entrañables, o pesados y forzosos ; también nos ayudan a dar un orden interno a la vida en el año. Tanto cuando los anhelamos y deseamos como cuando los odiamos o rechazamos, marcan un hito en el tiempo que nos hace más abarcable la vida, más manejable el paso del tiempo.
Atrás quedaron sin ser vividas las fiestas de los pueblos, las vacaciones en la playa con los abuelos, las visitas a los primos del norte, el viaje con la gente del instituto, la procesión de la virgen, los conciertos de los festivales veraniegos…todas ellas tradiciones/rituales que nos marcaban un hito en nuestro calendario interno.
El valor del cuidado, pensar en lo que le gusta a la otra persona, dar y recibir aquello que sabemos que gusta, la magia, los planes en familia, los reencuentros entrañables, el recordar las anécdotas e historias pasadas, celebrar la vida, cerrar un año y comenzar uno nuevo, la ilusión, el compartir, diversión, sorpresa, hacer balance, proyectar el futuro, los abrazos…
Pensemos en estos valores, en las cualidades que tenían estos rituales; reflexionemos y cuidemos el darnos la posibilidad de hacer estos rituales de la forma que podamos, para que la vida no quede degradada a mera supervivencia como dice Han.