Apuntar a tu hijo a un deporte es uno de los mayores regalos que le puedes hacer, pues el deporte es una escuela de valores pero, al igual que la vida, a veces se torna en momentos duros y difíciles.
Muchos de estos últimos entrarán y saldrán de su vida deportiva, pero vosotros siempre permaneceréis ejerciendo el rol de progenitor:
Animar en los momentos buenos y malos, respetar a los rivales, a los árbitros y al entrenador, aplaudir las buenas acciones de vuestro equipo, pero también, de su rival, colaborar con las actividades del club, interesaros por el deporte en cuestión y delegar el aprendizaje en los entrenadores sin entrometeros en su trabajo, es su papel en esta función.
Escribir conjuntamente los objetivos de una competición en la que va a participar tu hijo es una magnífica forma de hacerle ver que compartís y le apoyáis en todo momento.
No enfatizar la victoria con mensajes excesivamente positivos y radiantes de felicidad, ni la derrota con mensajes negativos y silencios incómodos.
Son pequeños deportistas en plena formación, moldeables por la experiencia, absorbentes como una esponja y llenos de energía y vitalidad.
Busca un ambiente sano para que practique el deporte, un entrenador que le motive a dar lo mejor de él en cada momento siempre reforzando desde lo positivo y unos buenos compañeros.
Habla con él sobre cómo se siente en los entrenamientos, en la competición, anímale a esforzarse cada día, llévale a las competiciones en las que quiera participar y disfruta junto a él de este bonito período de su vida.
-No permitas que el fracaso les deteriore la autoestima.
Cuando ganas, el mensaje de admiración es tan confuso, te estimula tanto el amor hacia uno mismo y eso deforma tanto.
Y cuando pierdes sucede todo lo contrario, hay una tendencia morbosa a desprestigiarse, a ofenderte, sólo porque perdiste.
En cualquier tarea se puede ganar o perder, lo importante es el tránsito, la dignidad con que recorriste el camino en la búsqueda del objetivo.