Los rankings ordenan a las universidades, permitiendo compararlas al condensar en un indicador información heterogénea acerca de sus características y resultados.
Los rankings simplifican la complejidad, pero ofrecen una ordenación simple, con las ventajas y las desventajas que supone: facilitan su valoración a usuarios que no disponen del tiempo ni la preparación para analizar en profundidad el desempeño de una institución universitaria, pero ocultan rasgos diferenciales de las universidades que pueden ser relevantes.
La simplificación excesiva es peligrosa, por ello un sistema de rankings, debe ofrecer, siempre que sea posible, información diferencial acerca de las distintas dimensiones de la actividad universitaria y su funcionamiento en áreas de conocimiento o titulaciones concretas.
La transparencia y el rigor son principios irrenunciables en la elaboración de un ranking.
La construcción de un ranking implica cierta dosis de subjetividad, al seleccionar variables, construir indicadores y ponderarlos.
Para acotar los efectos de la subjetividad es importante explicar en detalle la metodología utilizada.