La concentración es un proceso mediante el cual fijamos nuestra atención en un objetivo específico, objeto o actividad que estemos realizando, dejando a un lado el resto de los estímulos que puedan interferir en esa tarea.
Se trata de dirigir conscientemente la atención hacia un estímulo concreto, haciendo caso omiso del resto de distracciones que se encuentran a nuestro alrededor.
La concentración es lo que nos permite aprovechar al máximo la información disponible para comprender, procesar, trabajary/o memorizar.
De hecho, es una condición esencial para el aprendizaje, sin la cual es imposible fijar la información.
Para poder concentrarnos, el cerebro debe haber alcanzado un nivel de maduración adecuada.
El sistema reticular, que corresponde a la atención más básica, se encuentra regulado fundamentalmente por las conexiones talámicas, límbicas y de los ganglios basales.
Sin embargo, el sistema atencional posterior que permite la atención focalizada o selectiva es mucho más complejo e incluye las zonas prefrontales, las cuales alcanzan un nivel de maduración que permite sostener la atención alrededor de los 7 años, aunque continúa desarrollándose hasta los 15 o 17 años.
Saber durante cuánto tiempo puede mantenerse un niño concentrado ayudará a los padres y maestros a desarrollar expectativas adecuadas, de manera que no le exijan más de lo que pueden concentrarse.
Así no le forzarán más de lo debido, podrán planificar mejor los horarios de descanso y, sobre todo, no le reprenderán por ser despistado o desconcentrarse.