Los niños deben emplear su tiempo libre en jugar, y cuanto más libre y menos guiado sea el juego, mejor.
Lo ideal sería que pudieran jugar una hora todos los días.
Según la edad de los niños, las posibilidades de jugar no son siempre las mismas.
Hasta los 5 o 6 años la actividad principal de los niños debería ser el juego, porque no podemos olvidar que esta actividad es una herramienta de aprendizaje muy valiosa.
Cuando entran en la primaria, las tareas escolares, los deberes, las extraescolares suelen ocupar en muchos casos la totalidad del tiempo libre de los niños.
Es importante que en estas edades, por lo menos, puedan disponer de una hora de tiempo dedicada al juego o tareas que no sean puramente escolares.
A partir de 11 y 12 años, cuando entran en secundaria, los intereses de los chicos y sus necesidades cambian.
Ya no les gustan ciertos juegos en casa pero igualmente tienen que disponer de tiempo que no sea únicamente de estudio.
No solo es importante el tiempo de juego que los niños tienen, sino el tipo de juego que eligen.
Cada vez es más frecuente que el entretenimiento de los niños sea jugar con pantallas ya sean móviles, tabletas, ordenadores o consolas.
El tiempo que dedican a esta actividad debe controlarse y supervisarse, poniendo límite de tiempo según edades.
El tiempo recomendable con este tipo de juegos sería, siguiendo las recomendaciones de los expertos, de bebés hasta los 3 años, nada de pantallas.
Pueden ser muy tentadores dejarle el móvil al niño para que se distraiga, pensando además que determinadas aplicaciones y juegos estimulan su desarrollo.
Sin embargo, a estas edades, lo mejor es evitar totalmente el uso de pantallas y apostar por otro tipo de juegos.
Entre los 6-7 años y los 12-13, el tiempo dedicado a las pantallas puede ser de hasta una hora diaria, lo que no significa que tengan que jugar una hora todos los días.
Según se van haciendo mayores, pueden pasar más tiempo con tabletas y móviles, pero más de hora y media dos horas al día, no es recomendable.
Lo importante es enseñar a los niños a hacer un uso responsable y adecuado de las tecnologías, que de por sí no son dañinas, pero pueden causar problemas y dificultades si se hace un mal uso de ellos o un uso exclusivo.