La construcción en seco es un método que usa como fundamento una estructura reticular liviana conformada por perfiles de acero galvanizado rolados en frío. Este armazón se reviste con placas de yeso o fibrocemento, aislamientos e instalaciones para construir muros, entrepisos, cielos rasos, bases de cubiertas, fachadas, entre otros elementos. Además de ser ágil, limpia y resistente, sustituye los compuestos húmedos y los demorados tiempos de fraguado inherentes al sistema tradicional. La flexibilidad que reviste a la hora de diseñar un proyecto arquitectónico facilita actualizaciones, ampliaciones o transformaciones. Permite construir formas planas o curvas en grandes o pequeñas superficies, y volúmenes de diferentes geometrías. Además, acepta el uso de varios tipos de acabados, sostenible por sus posibilidades de modificación y crecimiento. Es compatible con otros sistemas de construcción de forma autoportante y colaborante, y al mismo tiempo puede generar espacios arquitectónicos sin depender de otros procesos estructurales. Los materiales y componentes estandarizados permiten su producción en grandes cantidades, mejorando los tiempos de construcción al eliminar los procesos de encofrado y fraguado. La prefabricación o panelización de las secciones de cada obra optimizan los recursos y aseguran mayor calidad. Los materiales son imperecederos, inorgánicos y no degradables. Son resistentes al agua, al fuego, no se pudren ni se oxidan y son inmunes a plagas y roedores. Es por eso que las edificaciones son más estables y tienen una vida útil superior a la demostrada por construcciones tradicionales. Las construcciones cumplen con altos estándares de calidad, diseño y confort, pues permiten tratamientos de aislamiento de ruido y temperatura. Además, los espacios pueden ser fácilmente renovados o remodelados. Los materiales y sus procesos de fabricación reducen los desperdicios, ofrecen mayor limpieza durante la obra y después de terminada, sus componentes se pueden reutilizar y la materia prima, reciclar.