El fracaso o la no consecución de esa motivación es lo que nos lleva a la frustración, un estado depresivo o negativo que según Abram Amsel puede llegar a tener sus orígenes en el campo biológico de los seres humanos.
La motivación es un sentimiento inherente de las personas que aparece por el hecho de conseguir un objetivo, realizar un sueño o por cubrir una determinada necesidad personal.
Los individuos construyen unas prioridades que dependen de las necesidades personales ya sean materiales, inmateriales o emocionales.
La motivación resulta ser una variable dependiente de la frustración.
Dicho de otro modo, según las expectativas que nos creamos a nuestro alrededor, la frustración será menor o mayor, y a la vez el grado de motivación puede transformarse según la situación.
La frustración es definida como un sentimiento estrictamente desagradable en la que una persona deposita previamente todos sus esfuerzos físicos, psíquicos, actitudes, aptitudes y tiempo en conseguir un objetivo que se había fijado y la nulidad del mismo.
Esto es, lo que suele experimentarse al no haber logrado con éxito una meta.
La frustración puede considerarse una percepción o sensación totalmente subjetiva, de carácter personal y cuya interpretación depende de cada individuo.
En otras palabras, el fenómeno de la frustración se puede dar o no, según cómo se perciba la no consecución de nuestras metas.