La frustración se genera cuando esperamos recibir algo o tenemos unas expectativas y no se cumplen. Nos frustramos porque tenemos unas expectativas más altas de las que deberíamos o basada en deseos que no son improbables que ocurran. A veces, puede ocurrir que haya errores de cálculo, apreciaciones incorrectas o sesgos emocionales que nos llevan a la frustración. Las personas que se frustran con más facilidad se les atribuyen una baja tolerancia a la frustración, esto puede ocurrir porque la persona tenga un razonamiento rígido y no sea capaz de adaptarse a las situaciones que se van generando de manera inesperada. El carácter o temperamento de la persona puede influir a que sea más propenso a la frustración. La dificultad para identificar, comprender, regular y expresar emociones también puede ser un factor. Además, padres o familiares cercanos que tienen baja tolerancia a la frustración pueden influir en esta tendencia. Interpretar de manera errónea las señales puede aumentar la frustración al desvirtuar la situación en la que se encuentra. Vivir en una sociedad que busca la inmediatez y no ser capaces de esperar también puede contribuir a la frustración.