Revisa tu forma de expresarte. Introduce “a veces, prefiero, gracias...” como palabras más usadas. No te hagas frágil, reconoce tu mente fuerte y ¡entrénala! Lo importante es que nada es tan terrible ni tiene tanta importancia. Aceptar sin condiciones, libera y amplía la mente. Agradece, huye de la “necesititis” y agradece lo que se te ofrece. Ya sabéis que me declaro superfan de Epicteto. Su lema era “lo importante no es lo que te sucede, sino cómo reaccionas ante ello”. Si te dices que es horrible que no te respondan al WhatsApp cuando el otro está en línea, por ejemplo, evidentemente habrá malestar. En cambio, si puedes decirte que ya te responderá en otro momento y que haga lo que haga está bien, ¡cómo cambia la sensación! Todo está bien. Mira dentro de ti. Observa tu lenguaje, revisa tus valores. Eres una persona valiosa, pase lo que pase. Libérate de los “deberías”. Si percibes que dices más “las cosas deberían ser así”, “los demás deberían” o “yo debería”, cambia esa palabra por preferir: “Preferiría que esto fuese así, pero puedo vivir bien sin ello”. Acepta incondicionalmente a los demás. Los demás son como son y tú eres como eres. Todos somos un compendio de genética, aprendizajes, miedos, deseos... y sobre todo, fallones. Nadie, ni tú tampoco, es perfecto. Solo somos seres humanos. Suelta necesidades. Nos hemos creado tantas necesidades que tenemos “necesititis”. La mejor cura es soltarlas, despedirse de ellas y volver a ser sencillos y humildes. Con muy poco se puede disfrutar mucho, como de tomar el sol o ver los árboles. Dales una patada a las comodidades. Nos han vendido la comodidad continua como un logro, como una condición para estar bien, y mi respuesta es que todo lo contrario, ¡un poco de incomodidad pone la mente en forma!