El ritmo es la división del tiempo o de acentos de manera regular y sucesiva. Por ejemplo, cuando el corazón late, lo hace de sucesivamente y de forma regular: la intensidad y el tiempo entre cada latido es el mismo. En literatura, el ritmo se refiere a la división del tiempo o de acentos de manera regular y sucesiva, y existe una estrecha relación entre música y literatura. Las composiciones poéticas siguen un ritmo marcado por los acentos, y los tipos en poesía son los llamados ritmos acentuales. Hay una división clásica entre ritmos binarios y ternarios, como el trocaico, el yámbico, el dactílico, el anfibráquico y el anapéstico. El ritmo trocaico empieza acentuándose en la primera sílaba del verso, y sigue en las sílabas impares, mientras que el ritmo yámbico se acentúan las sílabas pares. En ritmo dactílico se acentúa una sílaba sí y dos no, y el ritmo anfibráquico sigue una secuencia de sílaba átona-tónica-átona. El ritmo anapéstico empieza por dos sílabas átonas, y la tercera es tónica.
El ritmo es básico en ámbitos como la música o la poesía. De hecho, hay canciones y tonadas que eran cantadas por remeros o campesinos para llevar un ritmo de trabajo. La batería marca el ritmo en una ejecución musical, y en música, el tiempo se mide en pulsos, que es la duración de las notas y de los silencios, y es el elemento básico de medida. Estos pulsos se agrupan para formar el tiempo y el ritmo, formando de este modo una sucesión de sonidos y silencios.
Los diferentes tipos de ritmos en la literatura incluyen el trocaico, el yámbico, el dactílico, el anfibráquico y el anapéstico, y cada uno tiene su propia secuencia de acentos y sílabas. Por ejemplo, el primer verso de Yo soy aquel, de Rubén Darío, es un ejemplo de ritmo trocaico, mientras que los versos 21 y 22 de la rima LXX, de Gustavo Adolfo Bécquer, son un ejemplo de ritmo yámbico. El verso 31 del Romance 41, de Luis de Góngora, es un ejemplo de ritmo dactílico, y los versos 2 y 3 de El sediento, de Jorge Guillén, son un ejemplo de ritmo anfibráquico. El primer verso de una de las Humoradas de Ramón de Campoamor es un ejemplo de ritmo anapéstico.