Prueba un trozo de un alimento.
Para initiarte en esta práctica de ser consciente de lo que comes es recomendable probar una pequeña cantidad de un tipo de alimento que no incite un deseo compulsivo de comer.
Puede servir como ejemplo, una zanahoria, un par de uvas o una rodaja de una pieza de fruta.
Es recomendable probar con una pequeña cantidad de un tipo de alimento que no incite un deseo compulsivo de comer.
Observa la forma del alimento: sus colores, sus matices.
Cierra los ojos y observa con la mente el tacto que tiene.
Aspira su aroma y atiende a tu reacción cuando lo haces.
Puede que la mente se te llene de pensamientos como "con esto no tengo suficiente" o "es solo un trozo de fruta, no una pieza de chocolate".
Deja que aparezcan los pensamientos y que ellos solos se desvanezcan.
Ponlo sobre tu lengua y siente cómo responde ella y las glándulas salivares.
No te lo comas todo de un bocado.
Tienes que sentir la textura y el sonido que se produce al masticar.
Céntrate en todas las sensaciones que surjan: el sabor, la acidez, la dulzura.
Observa cómo aparece el sabor y cómo se desvanece.
Párate a sentir cómo reacciona el estómago al empezar a absorverlo.
Nombra en voz baja el alimento que acabas de tragar.
Después, da las gracias.
Quédate con lo que en estás experimentando en el momento.
No estés buscando nuevos sabores.
Al ejercitar comer con mindfulness podemos descubrir que tenemos que elegir entre probar y experimentar lo que estamos comiendo, o comer torpemente sin apenas tener conciencia.
A medida que lo vayamos ejercitando, empezaremos a descubrir qué hay detrás del deseo.
Da un bocado mindful una vez en cada comida.
Date cuenta de que hay mucho que observar, sabores que experimentar, un continuo viaje lleno de ahoras.
Haz este ejercicio una y otra vez en cada comida.