En una tiroidectomía cervical necesitamos realizar una incisión en el cuello para poder extirpar el tiroides, por lo que es inevitable que después de la cirugía haya una cicatriz cervical.
Esta cicatriz puede reportarle algunas molestias tales como: la tirantez de la piel y un poco de dolor o molestias e incluso insensibilidad a su alrededor.
Estos efectos son normales y transitorios las primeras semanas.
Pasado este tiempo, cuando se constituye la cicatriz, ésta puede quedar más o menos visible, dependiendo del tipo de piel, la sutura utilizada durante la operación, de los cuidados que haya recibido perioperatoriamente y del reposo que haya hecho el paciente durante las primeras semanas después de la cirugía de tiroides.
En lo que se refiere a las secuelas en la piel de una cirugía de tiroides, en algunos casos, la cicatrización exagerada o deficiente puede conllevar la aparición de cicatrices poco estéticas o incluso feas.
Además, una inflamación importante de los tejidos operados va a conllevar la sensación de dificultad al deglutir, porque los tejidos inflamados producirán un efecto “bloque de hielo”.
Para estos casos, existen una serie de sustancias cicatrizantes y apósitos que usados adecuadamente reducen considerablemente estos efectos.
Las complicaciones en la piel tras cirugía de tiroides no superan el 5%.
Rara vez observamos infección de la piel, hematoma o seroma (acúmulo de líquido en el tejido subcutáneo).
La infección de la piel es extremadamente improbable salvo en pacientes inmunodeprimidos o que viven con pocas condiciones higiénicas.
Se trata como cualquier otra infección de una herida, drenaje y antibiótico.
El hematoma es poco frecuente y, de producirse, es en las primeras 6 horas después de la cirugía de tiroides.
Por este motivo, entre otros, el paciente está ingresado un tiempo.
Cuando el hematoma sobreviene más allá de los 7 días, suele demostrar conductas inadecuadas del paciente (no respetando el reposo pautado) o simplemente mala suerte en el contexto de una salud frágil.
Los hematomas se suelen reabsorber espontáneamente en pocas semanas.
El seroma, que es el más observado de entre estas complicaciones poco frecuentes, puede aparecer cuando extirpamos tumores grandes que necesitan de la realización de colgajos cutáneos, en pacientes con tejidos muy hidratados o en pacientes que no respetan las indicaciones de reposos relativo del cuello.
Habitualmente se resuelve en pocas semanas sin la necesidad de realizar actuación alguna.