Técnicamente, es el primer bloque de entrenamiento tras un periodo de descanso o transición.
Suele durar entre 4 y 8 semanas, dependiendo del nivel del atleta y de sus objetivos.
Su finalidad es construir la base física, mental y estructural que nos permitirá entrenar con calidad y competir con garantías.
O dicho de otro modo: es cuando el cuerpo vuelve a la fábrica para una revisión completa antes de salir a la pista a batirse en duelo con el crono.
La pretemporada es el momento donde sembramos lo que vamos a cosechar más adelante, cuando toque ponerse el dorsal y apretar los dientes.
Es el cimiento.
Es el momento de ajustar rutinas, horarios, alimentación, descanso…
Todo lo que luego, en plena carga, será difícil cambiar.
Aquí se instala el software de cómo queremos entrenar el resto del año.
No se puede construir un edificio sin cimientos.
No se puede correr rápido si antes no has corrido lento, largo y con intención.
La pretemporada es el momento de preparar al cuerpo para tolerar el entrenamiento duro sin romperse.
La pretemporada también trabaja la cabeza.
Recuperar el hambre competitiva, planificar objetivos con calma, asumir que no estamos (ni debemos estar) en forma aún… todo eso también se entrena.
Quien entiende esto, entrena con menos ansiedad y más inteligencia.
La pretemporada no es glamorosa.
No hay récords, ni fotos de podio, ni segmentos de Strava conquistados.
Pero es ahí donde se define la temporada que viene.
Es donde se entrena el cuerpo… y se entrena la paciencia.