La táctica es uno de los mayores pilares de la seguridad privada moderna, por lo tanto hay que incorporarla de manera inmediata y profusamente a los de por sí no característicamente frugales inventarios de esta misma. La táctica es una artimaña, una treta, un artificio, un ardid, a veces engañoso, otras más ingenioso que suele reducirse netamente a un acto práctico encaminado a solucionar una situación o problemática en particular. La táctica debe convertirse en el sello personal que domine todas nuestras acciones operacionales, y también las del día a día común. El guardia de seguridad debe ser un comandante de la táctica, un embajador de ésta. Amenazadoras cosas que existen hoy, tan tenebrosamente adelantadas, sólo podrán ser doblegadas blandiendo en contra de ellas una oleada imparable de operaciones tácticas hábilmente calculadas al milímetro y ejecutadas con precisión militar. Lo que de paso nos permitirá mudarnos a una estrategia laboral competitiva y sobre todo más segura. Y el establecimiento de una política laboral basada más en la ingeniosidad práctica del guardia que en cualquier factor material que se le pueda otorgar, es la mejor opción a privilegiar. La principal misión de un elemento de seguridad será primeramente sobrevivir él mismo aún en desigualdades de fuerza y en base a la astucia, la cual es nuestra materia prima.