El silenciador de escape de un auto, cumple con la función de reducir el ruido generado por los gases de combustión.
Estos se producen en el motor y se liberan a alta presión, por lo que, si no estuviera el silenciador, podría lastimar el oído de las personas que están dentro y fuera del vehículo.
Un silenciador se ve afectado por periodos largos de inmovilidad del auto, o por realizar trayectos muy cortos.
Si no se han cumplido los kilómetros señalados y se escuchan golpes metálicos en el pavimento, demasiado ruido al acelerar o hay un aumento de consumo de combustibles, lo mejor es revisar lo más pronto posible el silenciador.
Los silenciadores están pensados para que duren los mismo que la vida útil del vehículo, sin embargo, esto está condicionado por el uso que se le dé al vehículo.
Para realizar un diagnóstico sobre la línea de escape lo primero que se recomienda hacer es sacudirla para verificar que aún conserve las gomas de fijación, pues estas ayudan a absorber las vibraciones.
También es aconsejable buscar que no existan grietas o perforaciones, y verificar que no haya oxidación.
En cuanto a su función, el ruido pasa desde el motor al silenciador.
Cuando las válvulas de escape de las cámaras de combustión se abren, el humo es empujado hacia fuera a gran velocidad.
De ahí pasan a una tubería intermedia, donde se expanden y van perdiendo progresivamente su presión y velocidad.
El silenciador entonces convierte esta energía de las ondas de sonido en calor, mediante vibraciones y rozamientos.
Las hace pasar por diversas cámaras y tubos con diferentes sistemas de absorción.
El silenciador se debe cambiar cuando ya no cumple con su función principal, reducir el ruido durante el escape de emisiones, sobre todo porque puede provocar un gasto mayor de combustible.