La postura de tiro de tendido es considerada la más estable de todas, debido fundamentalmente al número de apoyos y cantidad de superficie en contacto con el suelo.
Además, el Operador ofrece una mínima silueta expuesta al fuego hostil a la par que absorbe bien el retroceso de los disparos procurando una consistente posibilidad de reiteración de los mismos.
Es la postura ideal ya que el arma solo contacta con el cuerpo del Operador en el apoyo de la cantonera, el contacto con la mejilla de la culata y el pistolete con la mano fuerte.
Suele usarse para esperas prolongadas o tiros más o menos largos que requieren de una mayor precisión en la colocación de los impactos, siempre que haya tiempo suficiente para adoptarla y que la situación táctica no sea demasiado dinámica.
El cuerpo queda tendido alineado con el arma, presentando tras ella el máximo de masa corporal posible, lo que ayudará a absorber mejor las fuerzas de retroceso sin que estas afecten a la postura y esta permita reiterar los disparos consistentemente.
Las piernas quedan abiertas con ambas rodillas hacia afuera, buscando una mayor superficie de contacto posible.
Esto obliga a que ambas crestas iliacas de la pelvis también queden en contacto con el suelo y se reparta mejor el peso del Operador.
La colocación aleatoria de los pies sobre las punteras hace que los talones se muevan libremente transmitiendo dicho movimiento al arma, de modo que colocando los pies planos contactando la parte interior de ambos con el suelo evitaremos dicho movimiento involuntario.