La visión térmica emplea sensores capaces de captar energía térmica identificando diferentes temperaturas, es decir, percibe la temperatura del sujeto y el entorno, generando imágenes incluso en absoluta oscuridad, funcionando tanto de día como de noche.
La visión nocturna funciona de forma similar al ojo humano, absorviendo la luz rebotada en el sujeto, salvo que, en este caso, se apoya en el uso de amplificadores de luz, siendo capaz de captar luces muy débiles.
Para obtener una imagen clara, debe haber un mínimo de luz, por ejemplo, la que proyecta la luna.
En caso de carecer de una fuente de luz, por mínima que sea, deberemos complementar con un iluminador infrarrojo.
La visión térmica ofrece unas distancias de detección muy superiores, llegando incluso a más de 3.000 m, facilitando la localización del sujeto, además no emite ningún tipo de luz visible, mientras que los iluminadores infrarrojos de los dispositivos de visión nocturna, sí emiten luz que puede ser visible, siendo esto perjudicial en muchos casos.
Por último, la visión nocturna nos permite identificar las características del sujeto de forma más detallada que la visión térmica.
No obstante, cabe destacar que los dispositivos de visión térmica cada vez cuentan con mayores rangos de detección de temperaturas, por lo que el sujeto puede apreciarse más claramente.
Como se puede apreciar, ambas opciones tienen sus beneficios, por lo que nuestra recomendación es equipar un dispositivo de visión térmica para localizar al sujeto, y un dispositivo de visión nocturna para valorar sus características.
No obstante, la elección final dependerá del tipo de actividad que se practique.
Nuestra recomendación es la marca Guide, contando con monoculares, prismáticos y visores de visión térmica y nocturna con una gran relación calidad precio.