Para evitar que las gafas se caigan, es fundamental tener en cuenta que la gafa que se elige sea adecuada para el rostro, un buen ajuste comienza desde la elección de la montura. En el caso de las gafas de pasta, el puente debe encajar con la forma de la nariz sin que quede ningún hueco, excepto si se trata de un puente de herradura o llave. En el caso de las gafas metálicas, el sistema de apoyo recae solo sobre dos puntos: las plaquetas. Las varillas deberán quedar curvadas según la forma de la oreja, reposando en el hueso temporal. La varilla no debe presionar las sienes, lo ideal es que haya una pequeña separación, sin llegar a quedar demasiado ancha. Póntelas y quítatelas siempre con las dos manos, para evitar que las varillas se abran y cedan de un lado. No te las pongas en la cabeza a modo ‘’diadema’’, ya que ambas varillas quedarán abiertas y la gafa acabará resbalándose. Si no usas las gafas todo el día, cuando no las necesites guárdalas en su funda para evitar golpes no deseados. No te quedes dormido con ellas, ya que las gafas sufren desajustes considerables que pueden acabar en rotura. Si notas que se te resbalan, bastará con un pequeño retoque de varillas para que vuelvan a quedar fijas en el sitio correcto, o cuando las varillas estén muy abiertas o flojas. El ajuste de las varillas flojas es uno de los pocos que podrías hacer en casa sin necesidad de acudir a una óptica, con la ayuda de un destornillador adecuado para gafas. Ajusta las bisagras para que no bailen pero sin ajustar demasiado para permitir abrir y cerrar las varillas sin ejercer fuerza o presión.