Entre 75 y 100 decibelios se trata de un nivel de decibelios bastante elevado y que incluso puede resultar molesto, sobre todo cuando se produce de manera prolongada. A partir de los 75 decibelios, se pueden producir lesiones en el oído. Si se sobrepasan los 75 decibelios, hay que dar un descanso al oído para que se recupere de esta sobreexposición. El oído necesita 16 horas de descanso para compensar 2 horas de exposición a niveles superiores a los 100 decibelios. Y el riesgo de padecer una pérdida auditiva a corto, medio o largo plazo, se incrementa de manera considerable. A partir de 120 decibelios el oído humano entra en el umbral del dolor si sobrepasa esta cantidad de decibelios y el riesgo de sordera es bastante alto. El tímpano corre el riesgo de romperse y, si se alcanzan los 180 decibelios, se puede llegar a provocar hasta la muerte de la persona. No hace falta decir que la Organización Mundial de la Salud lo desaconseja de manera tajante. Por tanto, lo ideal es exponer al oído siempre a menos de 55 decibelios y, en casos puntuales durante el día, por debajo de los 75. Si se sobrepasa este nivel de presión acústica, hay que darle un descanso al oído porque de lo contrario el riesgo de padecer una lesión auditiva o de sufrir la pérdida de audición aumentan de manera considerable.