El miedo a equivocarse es uno de los temores más frecuentes en el ser humano, y tiene dos caras, una buena y protectora que nos facilita la adaptación al medio, ayudándonos a anticipar y evitar posibles peligros, y una cara mala que nos limita, que no nos permite crecer, haciendo que nos acomodemos plácidamente en nuestra zona de confort y nos convirtamos en meros espectadores de nuestra propia vida. Una vida en la que no nos permitimos el lujo de tomar partido de forma activa, por temor a lo que pueda ocurrir después.
Este miedo puede deberse a una interpretación pesimista y negativa del mundo y la realidad.
Las personas con miedo a cometer errores tienden a presentar un estilo cognitivo centrado en las amenazas y las pérdidas.
Esta interpretación del mundo les dificulta tomar decisiones o emprender acciones debido a que experimentan elevados niveles de ansiedad cuando tienen que hacerlo.
Para evitar esta ansiedad, deciden no intentarlo, o rendirse si no consiguen resolver el problema fácilmente y con rapidez.
En el mantenimiento del miedo a equivocarse patológico se conjugan aspectos cognitivos relacionados con la interpretación de la realidad, y otros puramente aprendidos, como conductas con las que han obtenido algún beneficio, como el alivio de la ansiedad o la atención de otras personas.
Otro aspecto es la baja autoestima, donde explican sus éxitos aludiendo a causas no controlables por ellos y sus errores a causas internas, generales y permanentes.