La crioterapia se puede aplicar de manera tópica o mediante criocirugía, también conocida como crioablación. La elección de una u otra técnica dependerá fundamentalmente del tipo, tamaño y profundidad de la lesión, las características del tejido afectado y las preferencias del personal sanitario. En el caso de la crioterapia tópica, se aplica nitrógeno líquido directamente en la piel afectada con un hisopo de algodón o un dispositivo de pulverización. En cambio, cuando se utiliza para tratar afecciones internas, como lesiones precancerosas, se recurre a criosondas, que son un aplicador parecido a una aguja dentro del cual se hace fluir nitrógeno líquido o gas de argón a alta presión, lo cual genera un frío intenso que elimina el tejido anormal. Esas criosondas se insertan a través de una pequeña incisión en la piel y se guían por técnicas de imágenes como el ultrasonido, la tomografía computada (TC) o la resonancia magnética (RM) para llegar con precisión a la zona afectada.