Según los expertos en psicología, los disparadores emocionales pueden ser situaciones, hechos o circunstancias que cada vez que se presentan crean una respuesta emocional aparentemente irracional. Por lo general, tienen su origen en emociones reprimidas: viejas heridas no cicatrizadas de la infancia, experiencias traumáticas... y también con la incapacidad para lidiar con emociones fuertes. Es decir, si esas emociones no se sacan al exterior se ‘hacen bola’ en el interior. Cuando esa regulación y esa capacidad de resilencia fallan, los disparadores emocionales nos la juegan y se activan de forma automática provocando reacciones desmesuradas y convirtiéndonos en víctimas de emociones como la ira, el desprecio o el miedo; que no solo perjudican nuestra salud mental sino la de las personas de nuestro entorno más cercano. Los psicólogos coinciden en que la habilidad para manejar los disparadores emocionales marca la diferencia entre hacer y no hacer bien las cosas. Es responsabilidad de cada persona aprender a controlar y responsabilizarse de sus propias emociones y saber reconocer cuándo está teniendo reacciones exageradas que, probablemente, lo único que consigan es hacerle daño y, por extensión, hacer daño a personas que tiene su alrededor. Una vez identificados los disparadores emocionales, podemos iniciar el camino para aprender a manejarlos. Ser consciente de que estamos respondiendo a un desencadenante emocional concreto es el primer paso para ponerle freno.