Existen dos tipos de protectores auditivos: los pasivos, que reducen el ruido por su diseño y por el material usado, por absorción y/o reflexión del sonido, y los no pasivos, que tienen funcionales adicionales gracias a componentes mecánicos o electrónicos.
Dentro de los pasivos encontramos a las orejeras, que son unos cascos que cubren las orejas, y los tapones, que se introducen en el canal auditivo.
Las primeras son preferibles por su facilidad de uso, son ideales en ruidos intermitentes y son más higiénicas que los tapones.
Pero hacen difícil la comunicación oral, son incómodas para largos periodos de uso y dificultan su combinación con otros EPI’s.
Problemas que sí que solucionan los tapones, aunque también provocan una comunicación oral difícil, requieren una higiene rigurosa y la eficacia se ve reducida cuando se insertan de forma errónea.
En los no pasivos encontramos las orejeras dependientes de nivel, con reducción activa del ruido y/o con entrada eléctrica de audio.
Éstas permiten la posibilidad de seleccionar el modo activo o pasivo y en el modo activo permiten la comunicación oral.
Las dependientes de nivel varían su atenuación al cambiar el nivel de ruido presente en el puesto de trabajo.
Las orejeras con reducción activa de ruidos, en el modo activo, proporcionan una atenuación adicional en ruidos de alto nivel a bajas frecuencias.
Por último, las que tienen entrada eléctrica de ruido permiten una comunicación clara y fiable.
El problema de todas estas orejeras es que tienen una autonomía limitada, una tolerancia limitada a la humedad y necesitan de una especial atención en el mantenimiento.