Las armas blancas son instrumentos de forma aplanada que se caracterizan por su capacidad de cortar, herir o punzar mediante bordes afilados o puntiagudos.
Las lanzas estaban compuestas de asta de madera de fresno y una punta de acero.
Era característica de los caballeros.
Según el libro de Alberto Salas Las armas de la conquista la lanza se enristraba apretándola con el brazo derecho contra el cuerpo, así el impulso del caballo, lanzado a la carrera, y la propia fuerza del caballero eran un instrumento eficaz a la hora de atacar a los indígenas.
El cronista español Pedro Mariño de Lovera relata que en el ataque dirigido por el cacique Michimalonco a la recién llegada hueste española a la ciudad de Santiago en 1541: "Entre las demas cosas memorables que sucedieron ese dia (...) la que aconteció al jeneral Francisco de Aguirre: y fué que como fué tan prolongado el tiempo de la batalla (...), y en todo este tiempo no dejó la lanza de la mano trayéndola siempre apretada en ella para dar los botes con más fuerza, vino a quedar la mano tan cerrada que cuando quiso abrirla, y dejar la lanza, que tenia casi tanta sangre como madera, no pudo abrir la mano ni despegar la lanza (...) tanta era la firmeza con que este valeroso capitán empuñaba la lanza en las batallas".
Armas defensivas Un escaso uso dieron los españoles a las armaduras durante la Conquista.
Su alto precio y el carácter privado de financiamiento de las expediciones, se sumó a la incipiente tendencia de aligerar el peso para lograr más agilidad y a las dificultades de transporte que imponía la geografía montañosa, desértica y boscosa.
Los soldados españoles escogieron en su mayoría cotas de malla, petos, coracinas y espaldares.
Las armaduras eran incómodas, pero resistentes.
Se confeccionaban con láminas de acero grueso, de variable espesor, con los que lograron resistir los embates de macanas y flechas.