La temporada cálida en caza abarca los meses de primavera y verano, cuando las temperaturas superan los 15-20°C, llegando fácilmente a 30°C o más en zonas de clima extremo.
En estas condiciones, el calor, la radiación solar y la humedad pueden ser desafíos importantes, lo que hace fundamental el uso de ropa diseñada para mantener la frescura, proteger del sol y permitir la máxima movilidad.
El cazador necesita prendas ligeras, transpirables y de secado rápido, que faciliten la evaporación del sudor y reduzcan la sensación de fatiga térmica.
La protección UV y el control de la humedad son aspectos clave en este tipo de equipamiento.
La temporada media en caza se refiere a los períodos de transición entre el calor del verano y el frío del invierno, como el otoño y principios de primavera.
Durante esta época, las temperaturas suelen oscilar entre los 5°C y 18°C, con cambios bruscos a lo largo del día, variaciones de humedad y posibles ráfagas de viento.
En este clima templado, el cazador necesita prendas versátiles que ofrezcan un equilibrio entre protección térmica y transpirabilidad, permitiendo adaptarse a condiciones variables sin sobrecalentarse ni enfriarse.
La clave es el uso de capas estratégicas, combinando aislamiento ligero con tejidos cortaviento y repelentes al agua.
La temporada fría en caza abarca los meses más duros del invierno, cuando las temperaturas suelen situarse por debajo de los 5°C, pudiendo alcanzar valores negativos en muchas zonas.
En estas condiciones, el cazador enfrenta frío extremo, viento cortante, humedad elevada e incluso nieve, lo que exige prendas diseñadas para ofrecer máximo aislamiento térmico y protección contra los elementos.
El objetivo en este clima es mantener el calor corporal sin perder movilidad, evitando tanto la pérdida de temperatura como la acumulación de sudor, que puede enfriar el cuerpo peligrosamente.