Lo primero que pensé cuando vi la figura de Bin Laden a través de mi EOTech de visión nocturna fue lo delgado que estaba, lo alto que era, y lo corta que llevaba la barba.
Sobre la cabeza llevaba puesto uno de esos sombreros blancos, aunque prácticamente tenía la cabeza afeitada.
Me acuerdo de todo lo que vi.
Me sorprendió lo alto que era, más alto que todos nosotros, algo que también me extrañó, porque todos estos tipos siempre suelen ser más bajos de lo que piensas.
Estaba buscándolo por mi parte derecha.
Tenía un arma en sus manos, la versión corta del AK que tanto había popularizado.
Y se desplazó hacia delante.
No sabía si la mujer que estaba con él llevaba puesto un chaleco antibalas, ni si también quería acompañarle y convertirse juntos en mártires.
El tenía un arma a su alcance.
Era una amenaza.
Tenía que conseguir un disparo sobre su cabeza para que no tuviera la oportunidad de responderme.
En ese instante, le disparé dos veces a su cabeza.
Bap!, bap!
Al segundo disparo se vino abajo.
Se desplomó en el suelo frente a su cama y le disparé de nuevo, bap!
Otra vez en el mismo sitio.
Esta vez usé mi visor holográfico EOTech de punto rojo.
Estaba muerto.
No se movía.
Tenía la lengua fuera.
Lo vi tomar su último aliento, sólo un aliento reflejo.
Recuerdo que cuando lo vi exhalar el último soplo de aire, pensé: ¿Es esto lo mejor que he hecho, o lo peor que he hecho?
Esto es real y ese es él.