La respuesta es sí, en muchos casos el agua puede salvarte de un disparo, especialmente si estás sumergido a más de un metro de profundidad y el disparo proviene del exterior. La ciencia demuestra que el agua, gracias a su densidad, puede detener una bala con bastante eficacia. Las balas viajan a altísimas velocidades, pero lo hacen con mayor eficacia en medios como el aire, donde la resistencia es baja. En cambio, el agua es unas 800 veces más densa que el aire, lo que representa una barrera significativa para cualquier objeto que la atraviese, incluida una bala. Al entrar en contacto con el agua, una bala comienza a perder velocidad de forma casi inmediata. Esto se debe a la fricción con el líquido, que actúa como un freno muy potente. Las escopetas, por su parte, tampoco suponen una gran amenaza bajo el agua. Sus cartuchos suelen disparar perdigones pequeños que pierden fuerza muy rápidamente al entrar al agua, dispersándose y deteniéndose casi al instante. Otro aspecto fundamental a tener en cuenta es el ángulo con el que la bala entra al agua. Si el proyectil impacta con una inclinación menor a 30 grados, lo más probable es que rebote en la superficie, de manera similar a una piedra lanzada con efecto. Incluso armas potentes, como fusiles militares, no consiguen penetrar más allá de esa distancia. Aun así, la física es clara: la densidad del agua convierte a este medio en una protección sorprendentemente eficaz contra los proyectiles.