Las armas de CO2 pueden, de hecho, causar daños y, en casos extremos, pueden ser letales.
La gran potencia y velocidad de disparo de una pistola de CO2 es considerablemente superior a la velocidad necesaria para perforar la piel e incluso los huesos.
Y aunque la energía cinética liberada por el disparo de una pistola de CO2 no sea comparable a la de un arma de fuego convencional, posee capacidades similares para perforar el cuerpo.
Aunque se podría pensar que las armas de aire comprimido podrían ser letales solo en casos raros donde ocurre un impacto más directo en los ojos o incluso el cerebro, estas armas también pueden ser igualmente letales en el caso de que el proyectil perfore una arteria.
La capacidad de un arma de CO2 para causar heridas está en parte determinada por la velocidad de disparo, cuanto mayor sea la velocidad, mayor será el potencial de causar heridas.
Además, las armas de CO2 pueden disparar una variedad de municiones con diversas formas, las municiones puntiagudas pueden penetrar la piel con más facilidad que las redondas, lo que aumenta el potencial de lesiones.
La distancia también desempeña un papel importante, cuanto más cerca esté el objetivo, mayor será la energía y la fuerza de impacto del proyectil.
Su potencial de daño, aunque generalmente menor que el de las armas de fuego convencionales, sigue siendo significativo y potencialmente letal.