El gatillo es una de las partes más relevantes de un arma. Aunque generalmente la atención del usuario se acentúa sobre otras, como los aparatos de puntería, cañón, miras telescópicas, etc. En el instante en que el tirador o cazador tira de la cola del disparador, habilita una serie de operaciones que transcurren en fracciones de segundo: libera la aguja o percutor que con la energía del resorte impulsor impacta en el fulminante iniciando la combustión del propulsor. Esta ignición genera gases que impulsan al proyectil hacia el exterior a través del cañón. El gatillo elaborado por las fábricas de armas ha mantenido a través del tiempo un diseño con pocas disimilitudes, lo que provocó que no se cuestionara partiendo de la base que los creadores habían obtenido la mejor prestación posible. Si consideramos a un arma defensiva doméstica, llámese revólver, pistola o escopeta, es obvio que la importancia del gatillo es relativa, ya que al momento de ser usada no se enfoca la atención más allá del problema de seguridad que se enfrenta. Un ejemplo son las armas diseñadas para los francotiradores, que reclaman un gatillo de características peculiares, que reclaman muy poca presión de empuje. Esto se ha solucionado en algunas marcas que han incorporado el doble gatillo: uno para cargar al denominado pelo y el otro para accionarlo.