La concentración varía según la edad y el desarrollo de cada niño.
En la infancia, es normal que los pequeños tengan un rango limitado de atención.
Por ejemplo, un niño de 3 a 5 años podría concentrarse en una tarea por 10 a 15 minutos antes de que su mente se desvíe.
Sin embargo, conforme los niños crecen, su capacidad para prestar atención debería mejorar.
Para los niños en edad escolar, se espera que puedan enfocarse durante períodos más prolongados, lo que es fundamental para el rendimiento académico.
Dicho esto, es importante tener en cuenta que la falta ocasional de concentración no siempre es señal de un problema neurológico o neuropsicológico.
Factores como el cansancio, el estrés, el entorno o el nivel de interés en una actividad pueden influir en la capacidad de un niño para concentrarse.
Sin embargo, si los problemas de atención son persistentes y afectan su desempeño escolar o las interacciones sociales, es posible que exista un problema subyacente.
La ansiedad, en particular, puede afectar la capacidad del niño para enfocarse en tareas cotidianas.
Es crucial asegurarse de que los niños duerman lo suficiente para favorecer su desarrollo cognitivo y emocional.
Si notas que tu hijo tiene problemas para concentrarse en tareas apropiadas para su edad, parece constantemente distraído o muestra conductas impulsivas o hiperactivas, es recomendable consultar a un neurólogo pediátrico para una evaluación más profunda.
Un diagnóstico a tiempo y el tratamiento adecuado pueden marcar una gran diferencia en el desarrollo y la calidad de vida de tu hijo.