Es fascinante saber que la misma herramienta ha ayudado en la construcción de templos romanos, en la construcción de hermosas catedrales góticas o en la construcción de innumerables edificios a lo largo de la historia. La plomada de albañil es un cuerpo metálico, generalmente cilíndrico y acabado en un cono, que está unido a un hilo o cordel, que a su vez está unido a una placa metálica que ejerce de separador con respecto a la pared que vamos a medir. La gravedad terrestre es el único recurso que usa esta herramienta, puesto que, al colgar desde lo alto de una pared, el hecho de que el cono roce a penas la superficie nos mostrará si la pared está perfectamente perpendicular al suelo o no. De esta forma, tenemos una herramienta de alta precisión que no necesita de ningún tipo de ajuste, dado que siempre realizará su cometido de forma exactamente igual, porque depende únicamente de la atracción gravitatoria de nuestro planeta. Cuándo la plomada de albañil queda en una posición perfectamente vertical y el cono roza a penas la pared, decimos que la pared está a plomo. La plomada se puede usar también para medir distancias verticales, apoyando la punta en el suelo para determinar con la longitud del hilo la distancia entre el pavimento y el techo. También se solía usar, cuando no se disponía de herramientas más sofisticadas, para determinar el ángulo de una pendiente, usando la plomada de albañil junto a un triángulo de madera, que llevaba marcadas en la hipotenusa varias líneas en función del ángulo de inclinación. IMPORTANTE: Determinar la perpendicularidad de un muro antes de continuar con el resto de la obra puede llegar a ser determinante para el resultado final. Si necesitamos muros inclinados, podemos determinar la diferencia entre la base y la parte superior añadiendo tanta distancia como sea necesaria a la placa superior. De este modo controlamos la inclinación que debe tener el muro.